martes, 27 de noviembre de 2012

Tambores de Hellín.


Los que me conocéis sabéis que si hay algo en el mundo de lo que nunca me canso de hablar es de Hellín. Siempre digo que es lo mejor (aunque no me lo crea ni yo) y no sé por qué cuando estoy fuera de España me sale la vena más castiza intentando explicar a mis nuevos amigos guiris de dónde vengo y qué se hace allí.

Es por eso que siempre hablo de la tamborada de Hellín y de las tradiciones de mi pueblo. No llego a entender el por qué de mi pasión por este tema, cuando la verdad es que paso bastante de Hellín. Sólo me gusta porque está mi familia y los amigos que quedan allí, ya que en realidad el sitio donde mejor estoy -fuera de mi casa familiar, quiero decir- es en Madrid. No echo de menos andar por las calles de Hellín, pero si por las de Malasaña, pero echo de menos a mi familia, que está en Hellín. Aunque parte de mi familia está en Madrid, Valencia, Italia, etcétera., donde están mis amigos.

Bueno, al margen de ñoñerías y sentimentalismos varios, ¿por qué hablo de repente de esto? Porque la semana pasada, en mi barrio de Seúl, Hongdae, me encontré con un grupo de personas tocando instrumentos y se me iluminó la cara al ver que podía tocar el tambor.







Yo muy feliz tocando a mi manera el racataplá.


Momentos antes de mi actuación estelar.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Bienvenidos a Seúl.

He empezado a escribir en el nuevo blog, "Go, Diego, go!", que tenía pensado comenzar en mi nueva vida en Corea y me he dado cuenta de que le tengo demasiado cariño a "Mis hazañas por el mundo", porque aquí están (casi) todas las historias que he vivido en Finlandia, con permiso de las que han quedado sólo para mí (o para nosotros) además de alguna aventura en suelo patrio. Aquí hay demasiadas cosas que no quiero dejar atrás, así que es en este mismo blog donde voy a seguir, aunque el diseño haya cambiado adaptándose a los nuevos tiempos en Seúl. Sí, la foto que ha elegido mi querido amigo Chrístopher para ilustrar el blog tiene más años que Carracuca, pero así es la vida.

Llegué a la capital de Corea del Sur el 1 de agosto, semanas antes de que la Orientation Week de Korea University empezara. Hoy es 16 de noviembre, así que son 3 meses y 16 días en este país. Y parece que fue ayer, sí. Como son muchas las hazañas que este caballero andante ha protagonizado en estos meses, no voy a ponerme a contar ahora lo que pasó la primera semana de septiembre o la segunda de octubre. Primero, porque no me acuerdo. Segundo, porque mañana pasará algo que será más reciente y podré contar de mejor gana. Así que, para comenzar con esta nueva etapa bloguera desde Corea del Sur, me voy a limitar a enumerar las cosas que más me han llamado la atención de este país hasta la fecha.

1***El maravilloso mundo del K-Pop.

Antes de venir a este país, quizás había escuchado ¿una canción? de este peculiar movimiento musical. Una vez aquí, es imposible escapar. Caminas por la calle y te encuentras con que la mitad de las tiendas usan altavoces para atraer clientes. De esos altavoces sólo salen este tipo de sonidos y no precisamente con un volumen que invite a entrar al establecimiento. A mí, al menos, el único deseo que me despierta es el de huir despavorido, cosa difícil cuando hay cien personas por metro cuadrado y has de caminar a una velocidad de tres centímetros por segundo.

2NE1, Big Bang, Infinite o Girls Generation son algunos de los grupos más conocidos. Las letras de las canciones no tienen ningún sentido (una de ellas dice algo así como Soy taaaan fea y nadie me quiere querer, quier ser guapa, quiero ser guapa, no me mientas a la cara, porque sé que soy fea) pero están cargadas de sentimiento dramático coreano. Al final acabas cayendo en la tentación del K-Pop como víctima de una campaña de brainwashing y de exposición continua a sus estribillos.

He de reconocer que ya tengo mis canciones favoritas. Vale la pena ver los vídeos para conseguir una experiencia ultrasensorial, si tenéis la suerte de no sufrir un ataque de epilepsia.


G-Dragon, líder de Big Bang.


T-ARA, petardeo a tope.


Si vienes a Corea... no te pierdas las actuaciones de grupos de chicos homosexuales en el club Pulse a las siete y media de la mañana. Cada uno de ellos se convierte en una de las componentes de las girl-bands de K-Pop y bailan las coreografías paso a paso mientras suena la música. La primera vez que fui testigo del espectáculo estuve media hora con la boca abierta.

Valoración de la experiencia: 50% pánico, 50% risa.

2***Los ancianos coreanos.

Mientras que en España los ancianos se dedican a jugar a la petanca, mirar cómo trabajan los obreros hace algunos años (¡qué tiempos aquéllos cuando se construía en España!), tomar el fresco o quedar para andar, en Corea los más mayores siguen trabajando aunque caminen doblados o no puedan más con sus vidas. Lo cierto es que no sé los motivos (he buscado infructuosamente en Google) por los que esta generación no se retira y disfruta de sus últimos años sin pasar frío en la calle vendiendo fritanga o barriendo las aceras. Mi nueva amiga coreana Kay, que vivió en Barcelona el año pasado y habla español perfectamente, me dice que "sí que tienen pensión, pero no es mucho dinero, y en los trabajos en los que estaban empleados antes no les pagaban bien, además muchos hijos no se preocupan por ellos".

Pero al margen de esto, quiero mencionar una especie única en el mundo que sólo habita en este país: las ajumas. Todas son iguales, llevan la permanente (aquí nadie tiene el pelo rizado) y muchas veces usan viseras y ropas con estampados ochenteros. Son todas unas modernas. Muchas de ellas están solas en el metro, sentadas en los bloques de tres asientos reservados sólo para ellos, y lucen tristes, con la mirada perdida. La otra opción es encontrarlas en grupo hablando a gritos. Sin enterarte de nada de lo que dicen sabes que están cotilleando a tope.


Ajumas descansando tras correr para evitar que alguien se siente en el banco.


Ajumas descansando tras escalar una pared para evitar que alguien se sentara ahí.


Los asientos reservados para este segmento de la población son un tesoro intocable para los menores de 50 años. Los primeros días, en mis largos viajes entre Ilsan y Seúl (quién me iba a decir que volvería a recorrer la misma distancia cada semana...) me sentaba ahí cuando estaba todo lleno y no había ancianos sin asiento. Sin embargo, sus miradas desafiantes te invitan a levantarte incluso cuando el asiento seguirá vacío después de tu marcha.

Según leo en algunos blogs, siguiendo los preceptos del Confucianismo, los jóvenes no tienen derecho a poner en cuestión el comportamiento de estos ancianos. Debe ser ese el motivo por el que no les importa golpearte en el metro, aunque estés esperando en fila para entrar, con una fuerza animal, corriendo para sentarse antes que tú porque saben que jamás te quejarás. Así está el patio.

Si vienes a Corea... no te olvides de parar en uno de los puestecillos callejeros en los que las ajumas cocinan gambas rebozadas, rollitos de tallarines, calabaza, huevos cocidos y pastel de arroz. Viaja en el metro y experimenta la lucha libre coreana con sus codazos y puñetazos.


Valoración de la experiencia: Comida callejera: 100% grasas saturadas. Golpes en el metro: después de la primera vez, huirás ante la presencia de esta especie humana.


3***En Corea todo el mundo tiene un año de más.

Cuando llegué me llamó la atención que todo el mundo me preguntaba (además de si tengo novia) por la edad, remarcando tras mi respuesta si era en edad coreana u occidental. Los coreanos empiezan a contar los años en el momento en que naces. Así, en España un recién nacido tiene 0 años, al día siguiente tendrá 1 día y más tarde 2 meses y medio. Aquí no. Todos los bebés nacen con un año. Así, los nacidos el 16 de noviembre de 2011 en Corea cumplen hoy dos años, mientras que los españoles celebran su primer año de vida.



Todo esto era una excusa para poner la foto de un bebé coreano monis.


4***Pasión por el arroz.

Antes de pisar terreno coreano, ya sabía que venía a Asia y que el arroz es parte imprescindible de su dieta. Lo que no sabía es que no habría un solo día en el que no lo comiera. Puedo asegurar que, de una manera o de otra, mi cuerpo ha recibido el almidón, el gluten y demás sustancias de este cereal a diario.

La cocina coreana está basada principalmente en el uso del arroz: del bibimbap al kimbap, del desayuno a la cena. Según leo en Food Storyist, en realidad el consumo está decayendo en Corea, por lo que el Gobierno ha decidido desarrollar una serie de medidas para volver a incrementarlo, apoyando a las empresas para desarrollar nuevos productos basados en el arroz para satisfacer necesidades occidentales: tarta de queso con arroz, rice pancakes, pan de arroz, rice noodles, etc.


No estoy autorizado a criticar la rice cheesecake teniendo en cuenta que en España comemos arroz con leche.

Si vienes a Corea... hínchate a arroz en todas sus variadas y diversas formas.

Valoración de la experiencia: Muy barato.


5***El sistema educativo coreano.

Bueno, esto merece una entrada aparte que vendrá en el futuro. Por lo pronto, puedo decir que tras un año en Finlandia con (como mucho) dos clases a la semana y una ausencia absoluta de exámenes y memorización, llegar a Seúl supone conocer el modelo opuesto. Quizás al final es una experiencia interesante y todo, pero tengo claro que yo no podría estudiar 5 años de carrera a este ritmo. Miles de ensayos, presentaciones, quizzes y demás historias a las que hay que añadir exámenes y clases de 10 de la mañana a 18.15 sin parar. Un sistema basado en memorizar, memorizar y memorizar y meter presión a unos estudiantes que no se mantienen en pie y se quedan dormidos en mitad de las clases. ¿Es este un buen modelo educativo, en serio?

En este tumblr, Asians sleeping in the library, podéis ver los efectos de trabajar 24 horas al día.

Si vienes a Corea a estudiar: ojalá tengas más suerte que yo y no tengas que matricularte en 6 asignaturas cuando sólo necesitas 1 para graduarte. Tu cuerpo y mente te lo agradecerán.

Valoración de la experiencia: 100% una y no más, Santo Tomás.



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Hay muchas más cosas que me han llamado la atención, to be honest, pero tampoco quiero aburrir en esta primera entrega. Espero coger de nuevo el ritmo porque, además de para compartir mis vivencias, esto me sirve para recordar y no olvidar todos los momentos que estoy viviendo, como ocurre ahora cuando quiero revivir mis noches locas en Finlandia o nuestros viajes a la periferia europea.


COSAS QUE HE VISTO, COMIDO O VIVIDO EN LAS ÚLTIMAS DOS SEMANAS





Chris asustado tras pedir un plato de tallarines y encontrarse con un sopón para 100 personas.


Cuando Mora y yo compramos esta pizza no esperábamos que los bordes,
que parecían rellenos de carne picada y queso fundido, fueran a estar en realidad
repletos de pasta de judía roja y mayonesa-leche-cosa-extraña-y-desagradable que casi nos hizo vomitar.


Alberto, al que echo muchísimo de menos, me ayudó con papeleos imposibles y me sorprendió
con decenas de fotos, una carta y una ficha de mi amada-odiada UCM.


Comí ensalada. (Sí, esto es un ACONTECIMIENTO).


Han decidido hacer un musical de Don Quijote de La Mancha en Seúl, 
llamado Man of La Mancha. Es sólo en coreano, así que no vamos a ir.


Rachna celebró su cumpleaños en Ilsan. La temática era Freaks and Geeks
en homenaje a la serie de TV. Yo fui un geek, como no podía ser de otra manera.


Gaby (Siouxsie por una noche) y yo, en la fiesta.


Hannah probándose estampados sevillanos.


María descubre el apasionante mundo de los juegos de mesa coreanos.


Mora divirtiéndose con su ordenador.


Chris y yo creyéndonos famosos en Myeong-dong.


Mi pasión por el retoque fotográfico y posterior conversión en cover photo.


Mora y yo el sábado pasado. 
A la mañana siguiente tenía que estar a las 10 en la universidad. 
Imaginad mi careto.

jueves, 14 de junio de 2012

El móvil perdido.

El año pasado desapareció mi antiguo teléfono móvil Nokia E72 que Almond Queen recuperó quedando con un taxista en una estación de metro de la periferia madrileña. El hombre intentó ligar con ella ofreciéndole una cita, momento que definió con la palabra pánico. Hoy vuelvo a encontrarme con ese teléfono y con imágenes cuya existencia no conocía. Aquí, una selección.


Natalia Pontaque, en una imagen que yo pensaba pertenecía a las fiestas de San Cemento, con señora levantando un vaso de cerveza detrás en un macrobotellón Erasmus en el Templo de Debod, momentos antes de que Valentina cantara durante largo rato en Plaza de España.



Valentina, musa italiana, vistiendo una batamanta al tiempo que utiliza el foco de una lámpara como micrófono.

Isabel saludando como se haría en Portland mientras Paula Gitana trata de seducirla y yo observo el infinito de un antro en el que no recuerdo haber estado, ni siquiera cuál es. 
Almond Queen y yo el día en que Fernando Tejero intentó ligar con Fer y nos invitó a chupitos, en la desaparecida Sala Charada
Merche, actual habitante de Guadalajara (México), y yo nada más llegar de dos horas de cola del Nasti el día de Carnaval. Acabamos con media cola en Villa Lujo, entre los que destacaban unos simpáticos hombres disfrazados de rana. 
Almond Queen y yo la misma noche en la que esperamos en una cola que nunca sirvió para entrar a la discoteca. 
Marta Locura desatada en el metro. 
Kukur y Misia bebiendo en el SOS 4.8 de 2011 durante el concierto de Vetusta Morla
Marta Locura y Ana Leal satisfechas. 
Ana Leal comiéndose un bocadillo de calamares en una conocida taberna zaragozana. 
Yo protagonizando una de mis múltiples hazañas por el mundo: la explosión de una cerveza dentro de una tienda de pakistaníes en mitad de Shoreditch (Londres). 
Extraña imagen hallada en mi antiguo celular que, supongo, se corresponde con el hermano de Almond Queen  de visita en Rusia.
Almond Queen, aterrada, y yo en las fiestas de Tobarra hace dos años. 
Kukur practicando sexo con un coche que encontró aparcado en Tobarra
Almond Queen y Kukur con Bob Esponja y personas que posan para la foto sin conocerlas. 
Kukur posa con un personaje disfrazado de berenjena. 
Kukur baila animadamente con un africano vendedor de gafas y sombreros durante la Feria de Albacete 2010. 
Misia saborea unas fajitas en un restaurante mejicano próximo a la Plaza de San Ildefonso (Madrid)
Alberto Lozano analiza una obra de arte moderno en un museo de Londres. Verano de 2010. 
Bea orina entre dos coches. 
Merche, que ha vivido en un año en tres países diferentes, come zanahoria esparcida por la madrileña Plaza de Chueca
Ane y Alba lo dan todo en Joiner's Arms, Londres.

lunes, 2 de abril de 2012

SVEIKI, KAIP SEKASI?

Llegamos a Kaunas el viernes 24 antes de las once de la noche, aunque estaba previsto que el vuelo llegara a las 23.35. No teníamos el bus del aeropuerto a Vilna hasta las 00.15, así que esperamos en el pequeño aeropuerto asombrándonos con los precios de las botellas de alcohol. Ana propuso comprar una de sangría (alrededor de 2€) pero a las 22.00 dejaban de vender alcohol, así que esperamos hasta que la furgoneta (al final resultó no ser un bus) nos recogió.

En los asientos encontramos unas bolsas destinadas a depositar el vómito en caso de náuseas que decidimos reconvertir en gorritos, fundando una nueva religión basada en no tener vergüenza a la hora de portar esta nueva prenda en la cabeza. Tras casi dos horas de viaje, llegamos a Vilna, donde el autobús nos dejó justo enfrente de la estación de tren. Desde allí estuvimos callejeando sin dar con el hostal, hasta que finalmente lo encontramos. Estaba dentro de un edificio al que se accede a través de una gran puerta que lleva a un patio en el que hay varias casas particulares. 

El Home Made House es un hostal situado en la calle Rudninku, número 13-5. Lo de 13-5 significa que en la calle tenéis que buscar el primer número, acceder al patio y llamar al número 5 de entre las distintas puertas que encontraréis en él. Sólo tiene 12 camas y está dirigido por Lina Ratkeviciute, una chica majísima. La propietaria nos recomendó al llegar (a las dos de la madrugada) dónde salir y qué hacer esa noche. 


Patio en el que se encuentra el hostal.


Fuimos a un restaurante llamado Cozy que recomendaba la Lonely Planet. Podéis ver en su página web dónde está y qué se puede encontrar allí. Sólo con ver los precios se convirtió en nuestro local favorito de Vilna. Sandwiches deliciosos, minihamburguesas y toda una variedad de platos muy bien presentados. Nos llamó la atención la falta de turistas y el hecho de que todos los allí presentes nos observaran sin disimulo como si viniéramos de Marte. Miedo.

Ana pidió un vodka con lima, Alba una caipirinha y Chrístopher y yo medio litro de cerveza cada uno (menos de dos euros cada bebida), también tomamos unos sandwiches de jamón con queso brie fundido y tomatitos asados, acompañado de ensalada. En la puerta de Cozy conocimos a un lituano moderno que nos dijo que intentaba crear un negocio con una empresa de Barcelona centrado en las piezas de repuesto de los coches, pero que los catalanes no querían hacer nada sin que él fuera a hablar en persona. Mostraba un enorme pesar.

Tras la cerveza, tomamos otra más y nos fuimos a Universiteto, una discoteca vacía en la que los camareros bebían más que los clientes. Los chicos sacaban a bailar a las chicas como en la España antigua. 

Una rubia estaba calentando a un chico de aspecto ruso bailando como si estuvieran en la cama, pero cuando él trataba de besarla ella apartaba la cara. Toda una prick-tease. Se fue tan digna al final de la noche dejando al pobre hombre excitado.


Entrada de Universiteto, justo enfrente de Cozy.


Huimos del lugar en busca de otros, pero no encontramos nada y volvimos al hostal con nuestras bolsas en la cabeza. Al día siguiente nos despertamos con mucho sol, y Lina nos recomendó pasar el día en Trakai porque la previsión meteorológica para los siguientes días era bastante negativa. Así que nos fuimos para la estación de autobuses y por 57 céntimos de euros (2 litas) ida y vuelta -con carnet de estudiante- nos plantamos en 40 minutos en el pueblo.

Trakai tiene alrededor de 5.400 habitantes y se encuentra a 28 km al oeste de Vilna. El pueblo se encuentra en el Parque Nacional Histórico de Trakai, fundado en 1991 para preservar el lugar como centro acondicionado del Estado lituano. Es el único parque nacional histórico de toda Europa. La ciudad está construida sobre el agua, rodeada de lagos con nombres como Lukos, Galves, Akmenos o Gilusio.

Fuimos a pasar el día para ver su famoso castillo, construido en ladrillo rojo sobre una isla. Sólo se puede acceder a él a través de una pasarela sobre el lago. No recuerdo el precio, pero es más barato con carnet de estudiantes, y hay que pagar unas 4 litas para poder hacer fotos. Al llegar al pueblo, hay que seguir la calle principal hasta vislumbrar el castillo a unos 2 kilómetros desde la estación de autobuses.


Los kibinai típicos de Trakai.


El pan tostado que sirven en todos los bares y restaurantes.



Allí se pueden alquilar barcas para navegar por el lago, pero en el momento de nuestra visita estaba congelado, con lo que era imposible. En la orilla del lago hay un mercadillo donde comprar recuerdos. Dentro del castillo, es posible visitar las diferentes salas convertidas ahora en museo, sus patios y observar también instrumentos de tortura.

Si no se sigue la pasarela hacia el castillo y se continúa por el camino hacia la izquierda, se llega a una zona con restaurantes. El mejor es Kibininé, un lugar en el que comer las kibinai, unas empanadillas muy parecidas a las criollas, rellenas de cordero, bacon, pollo, verduras o lo que tú decidas. También hacen una bebida hecha con pan y un zumo con especias que estaba muy rico. Recomiendo probar el pan de ajo tostado con queso fundido. 


Cabina telefónica lituana.



Interior del castillo.



Estampa romántica con castillo de fondo.


Felicidad en Trakai.


Típica foto turística.


Hereje siendo ajusticiado.


Zumos y comida típica en Trakai.


Volvimos de Trakai. Al llegar al hostal, Lina nos explicó que en Lituania no hay buenas cosechas de uva por lo que hacen el vino con frutas del bosque. Abrió una botella y lo probamos en la cocina. Luego fuimos a buscar un sitio donde cenar, lo que se convirtió en una ruta turística en busca de algún lugar abierto, (a pesar de que suelen cocinar hasta altas horas de la madrugada, no dábamos con un sitio donde comer). Acabamos en un Charlie Pizza (que se llama así por Charles Chaplin) y desde allí nos dirigimos a Play. Un bar repleto de hipsters que parecía más un local alquilado por un grupo de amigos que un club al uso. Dos sofás en una esquina, con gente tumbada, ventanas que también servían para sentarse, un futbolín y mucha gente bailando al ritmo de la electrónica del dj. Gin-tonics de medio litro por 9 litas (2'61 euros).

Desde allí llegamos a otro club cuyo nombre no recuerdo, en el que nos dejaron pasar gratis por ser extranjeros. Música muy petarda y bailes locos. Conocimos a un español llamado Patrick, de padre americano y madre española, que ha vivido en 15 países, estudiado la carrera en Nevada y acabado viviendo en Vilna como director de márketing de un hotel de cinco estrellas. Tela.

Al día siguiente despertamos tarde y fuimos a comer a un lugar llamado Fortres Barras (o algo así) donde probamos platos típicos lituanos. Chrístopher probó una sopa de champiñones que sirven dentro de un pan negro. Las camareras eran unas maleducadas y nos devolvieron el resto de la cuenta en monedas de un céntimo que les dejamos allí para que se compraran algo. También he de mencionar a la camarera del Cozy, que era bastante repelente. Parece que en los bares lituanos se trabaja a disgusto.


Chrístopher satisfecho con su sopa.


Después visitamos la catedral con nuestro nuevo amigo Patricio y subimos al castillo, donde empezó a granizar. Un café con tarta de chocolate y vuelta al hostal a descansar un poco. La comilona puso enferma a Alba que se dedicó a vomitar y no pudo cenar víctima de su gula. 

A la mañana siguiente, lunes, visitamos la Universidad de Vilna tras comer en un restaurante indio vegetariano muy rico llamado Balti Drambliai. Recomiendo pedir la tarta de manzana casera, ¡deliciosa! Volvimos a hacer fotos en la catedral y después nos dirigimos hacia el barrio de los artistas, llamado Uzupis, que se autoproclamó independiente creando incluso una Constitución con derechos como "Ser feliz", "Llorar", "Cuidar de tu gato y perro y que él cuide de ti", etc. Se supone que el alcalde de la ciudad lo cedió a condición de la rehabilitación de los edificios. Lo cierto es que está que se cae, lleno de botellas rotas, casas que se hunden, etc. No sé si es que no vimos la zona rehabilitada o es que es así todo. Desde el barrio de Uzupis subimos una colina para ver la ciudad y sacar fotos.


Uzupis.


Foto divertida con pies gigantes.


Patio en corrala-style building.


Por la noche fuimos a nuestro restaurante favorito, Cozy, para terminar con buen sabor de boca nuestra estancia en Vilna. Vino nuestro viajero amigo Patricio y nos pusimos a tono con un par de cervezas de medio litro. Desde allí nos fuimos a Piano Man, un sitio que nos recomendó la propietaria del hostal porque  "siempre está lleno de gente". Allí tomamos otra cerveza rodeados de invitados al festival de cine de la ciudad, que se celebraba esos días. También estaba allí un periodista lituano llamado Gintaras que resultó ser amigo de Zuzana, una chica también lituana que vive en Lapinkaari. Qué casualidad.

Al salir del bar, empezó a nevar y tomamos sushi por 2 euros en un kiosko de sushi 24 horas. A la mañana siguiente, nos despertamos y fuimos a comer a Cili Pica, pica es pizza. El camarero era muy gay y actuaba como si de un actor de teatro se tratara, dramatizando en cada frase que soltaba. Después de comer, cogimos un bus que nos llevó a Kaunas. Pero eso ya lo contaré en la siguiente actualización.

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Cosas más recientes: ayer llegué a España. Domingo de Ramos y el nuevo alcalde de Hellín gritando a la corporación municipal segundos antes de que sonara el himno de España: "AHORA QUE NADIE SE ATREVA A HABLAR". Como en los viejos tiempos, genial.

El miércoles me largo a la costa, espero que salga el sol y no llueva, aunque me dicen que en Tampere es invierno de nuevo y ha caído una nevada catastrófica con tres calles cortadas y más de un metro de nieve. Echo de menos a todos, pero no a la nieve.